La
proporción áurea se configura como la
proporción que conduce o es la base del canon
de la sublime belleza o proporción divina.
Cociente entre la extrema y media razón. Razón
entre el lado y el radio del decágono regular. Y
también razón entre la diagonal y el lado del
pentágono regular (polígono con amplias
connotaciones pitagóricas). Es lógico esperar
que dicha proporción haya sido reiteradamente
reflejada en las obras arquitectónicas,
escultóricas o pictóricas, al menos en las
culturas influidas por el mundo griego clásico.
E igualmente, cuando se nos pide que dibujemos el
rectángulo que estimemos que es más bello, la
tendencia natural sería dibujar el
rectángulo áureo. |
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Pero en el estudio
reflejado en el artículo de R. de la Hoz
"La proporción cordobesa", se indica
como estadísticamente la tendencia no conduce a
la esperada proporción divina (aproximadamente
1.618). Por el contrario se obtiene una
proporción que diremos humana, por no ajustarse
a la divina y por ser la realmente usada por los
humanos según detallamos en esta unidad
didáctica. Esta proporción viene dada por el
denominado número cordobés que es
aproximadamente 1.30. |
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También si
estudiamos las proporciones de edificios y
estatuas cordobesas en particular, pero no sólo
en éstas, se obtiene reiteradamente esa
proporción, que por ello se ha denominado
proporción cordobesa. Curiosamente la razón
entre el lado y el radio del octógono regular
conduce aproximadamente a esa proporción. El
octógono, versus el decágono, se configura como
el polígono humano, como el elemento
constructivo base de esa belleza humana. Y
efectivamente este elemento es básico en la
arquitectura califal cordobesa, es usado
repetitivamente en la Mezquita de Córdoba, y en
la arquitectura posterior. Pero también se
refleja en construcciones anteriores como en las
Pirámides de Egipto o en mundos no siempre
conocidos como en las pirámides de
Teotihuacan. Aparece en templos cristianos
(catedrales), judíos (sinagogas) y musulmanes
(mezquitas). Tanta coincidencia atemporal,
universal e intercultural no puede ser fruto de
la aleatoriedad (No creo que Dios juegue a
los dados con el mundo, decía A.
Einstein), sino de un orden natural, un orden
natural humano. Proporción divina versus
proporción humana. |
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Bibliografía |
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