Equivalencia masa-energía
Albert Einstein
(1879-1955) estableció, en 1905, el principio de equivalencia masa-energía que se resumía con su famosa ecuación E = m·c2 y que establecía una relación de enorme importancia entre la masa, m, y la energía, E. De tal manera que la energía podría convertirse en masa y la masa en energía. Ello significa que si pudiéramos convertir 1 gramo de materia en su equivalente en energía y la usáramos para encender una bombilla de 1.000 W, ésta permanecería encendida durante 2.853 años. Esta conversión sólo ocurre parcialmente en reacciones nucleares. En las reacciones químicas comunes también se libera energía desapareciendo masa; pero, la energía liberada es tan pequeña que la pérdida de masa es insignificante. Deberían quemarse 2.500.000 litros de gasolina para producir la pérdida de 1 gramo de masa.
La primera bomba atómica que se lanzó ocurrió un 16 de Junio de 1945 en el campo de pruebas de Trinity, cerca de Álamo Gordo (Nuevo Méjico). Poseía una fuerza destructiva de 20 kilotones, es decir, equivalente a 20 toneladas de TNT (dinamita). Esta bomba estaba constituida de uranio, al igual que se lanzaría poco después sobre Hiroshima. Con el nombre de “little Boy” (chico pequeño), sólo necesitó convertir un gramo de masa (aunque toda la bomba como mecanismo pesara cuatro toneladas) para producir una potencia de 12´5 kilotones. Produjo la muerte de 120.000 personas de una población de 450.000 habitantes, causando otros 70.000 heridos.
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Para favorecer el uso de las fuentes renovables de energía, la Unión Europea se ha propuesto cubrir para el año 2.010 un millón de tejados de todo el continente con paneles fotovoltaicos. Las células de estos paneles convierten la radiación solar directamente en electricidad, sin consumo de combustibles ni emisiones contaminantes.
Un rayo puede producir 3.750.000.000 kilovatios de energía eléctrica. Alrededor del 75% de esta energía se disipa en forma de calor, elevando la temperatura circundante a unos 15.000 grados centígrados y causando la expansión rápida del aire, lo cual produce ondas de sonido (truenos) que pueden ser oídas a 30 kilómetros de distancia.
La Tierra, recibe luz y calor del Sol. Al calentarse, la Tierra emite este calor en forma de rayos de luz infrarroja y este calor es en parte lanzado al espacio y en parte absorbido por los gases invernadero que evitan que la Tierra se enfríe. Como decía el astrónomo estadounidense Carl Sagan (1934-1996) en su libro "Miles de millones" (1997), "la vida depende de un equilibrio delicado de gases invisibles que son componentes menores de la atmósfera terrestre. Un poco de efecto invernadero es bueno. Ahora bien, si añadimos más gases de éstos, como hemos estado haciendo desde el inicio de la Revolución Industrial, absorberán más radiación infrarroja. Estamos haciendo más gruesa la manta, y con ello calentando más la Tierra". Estos gases se generan, principalmente, por la quema de combustibles fósiles y son: dióxido de carbono (CO2), metano (CH4), óxido nitroso (N2O), hidrofluorocarbonos (HFC), polifluoruros de carbono (PFC) y hexafluoruro de azufre (SF6).
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